lunes, 25 de julio de 2011

Si yo pudiera…

Si yo pudiera…

Si yo pudiera salir de mi mudo hermetismo
y abrir el cauce de mis lágrimas amargas
éstas se habrían juntado hace mucho tiempo
con las tuyas
en el abrazo tibio del cariño que cura
que mitiga, que ablanda,
y los dos habríamos sentido
que las lágrimas confluentes
diluyen el dolor compartido
descargan la pena
y tal vez yo te habría ahorrado
entonces algo de tu propio sufrimiento
de tu propia amargura
cuanto infantil tanto más dolorosa.
La vida y la herencia
me han condenado a esta cáscara charrúa:
el castigo, los plantones al sol,
la amenaza de muerte por las balas
han desecado tal vez un poco
mi fuente de por sí de pronto ya escasa
de extroversión.
Ningún padre debería
vivir el dolor de su hija;
deberíamos poder ofrecer las entrañas
como el ave mítica a la prole
y no el mutismo que extiende
el sentimiento y no sabe si llega.
Si yo pudiera tenue y alegre
en suave vuelo girar entre las flores
habría pintado una sonrisa leve
sobre tu rostro mudo de niña triste.

Para Mariela, en el día de su cumpleaños


Ricardo Ferré